top of page

Un Hermano Elegido

  • Writer: The Useless Runner
    The Useless Runner
  • Sep 18
  • 4 min read

Tengo muchísimos recuerdos de mi infancia. Crecí en una familia de clase media. Mis padres trabajaban muy duro, pero nunca faltó comida en la mesa, había regalos en Navidad y todos los años hacíamos viajes por carretera.


El colegio para mí era un poco aburrido. Yo nunca fui muy extrovertido; me concentraba en sacar buenas notas y tenía un grupo de amigos con los que jugaba y montaba en bici.


Todos esos recuerdos me llevan al quinto de primaria, y a uno de esos amigos que, sin saberlo en ese momento, se convirtió en alguien muy especial. Obviamente yo era demasiado pequeño para entender lo que significaba “un buen amigo”, “un mejor amigo”.


Este amigo siempre sacaba buenas notas, era muy inteligente, increíblemente inteligente (aunque él lo niegue). Hasta hoy me sigue impresionando su mente, pero ya llegaré a eso.


Un día sacó una nota por debajo de excelente, y eso lo molestó mucho. Es uno de los recuerdos más vivos de mi infancia, no me preguntes por qué. Quizá porque éramos muy parecidos en lo académico, me sorprendió que él no hubiera sacado la nota perfecta.


Recuerdo claramente sentarme a su lado sin decir nada, sin intentar consolarlo con palabras. Simplemente estuve ahí, hasta que se sintió mejor. Al final todo pasó, era 5º de primaria después de todo.


Un año después cambió de colegio, aunque seguimos en contacto, no demasiado. A veces nos cruzábamos durante la adolescencia, y en algún momento terminamos en la misma universidad, estudiando la misma carrera.


Pasamos lo mejor de seis años en la Universidad, trabajamos juntos en mi proyecto de graduación y volvimos a acercarnos. No hablábamos de cosas profundas, éramos jóvenes y soñábamos con un mundo mejor.


Cuando me gradué, me fui de mi país buscando algo nuevo. Él también lo hizo, persiguiendo su carrera académica; se mudó a Francia, y yo no estaba muy lejos.


Fue en esa época cuando volvimos a contactarnos. Lo visitaba cada ciertos años, y la amistad que habíamos sembrado de niños —ese vínculo desde 5to de primaria— se sentía intacto.


Él es de esos que no lo piensan dos veces antes de decir que sí a algo que les apasiona.


Un día le dije: “Oye, ¿por qué no vamos en bici desde el Reino Unido hasta París?”. Y él contestó: “Vale, hagámoslo”. 300 millas después, llegamos a París. Fue un viaje lleno de recuerdos que aún guardo.


También hubo momentos duros, y él siempre estuvo ahí. No para decirme qué hacer, sino simplemente para escuchar. Cuando mamá falleció, me acompañó de nuevo a pedalear hasta París. Llevaba un poco de las cenizas de nana en la maletita de la bici… y olvidé sacarlas antes de que cargaran las bicis en el camión de regreso al Reino Unido. Por suerte logré recuperarlas a tiempo.


Ese día nunca lo olvidaré. El silencio, las campanas de la catedral, y las cenizas en el río. Tuve que dejar ir a mamá.


Un par de días antes, en la segunda jornada de ruta, caía un aguacero tremendo. Apenas podíamos avanzar, las carreteras eran un desastre. Ese día se me juntó todo: mi madre, mi vida, mis emociones. Fue un catalizador. Lloré, lloré mucho. Y él estuvo ahí, simplemente escuchando, igual que aquel día en 5to de primaria cuando solo me quedé a su lado, esperando a que sanara, y luego seguir adelante.


London to Paris Bike Ride
London to Paris Bike Ride

Siempre atesoraré esos recuerdos, porque nunca sabes si volverán. ¿Qué sé con certeza? Que seremos amigos para siempre, apoyándonos sin importar lo que la vida nos depare.


Puedo contar a mis mejores amigos, esos que son como hermanos, con los dedos de una mano —incluso menos. Pero sí sé algo: él es, y siempre será, el mejor amigo de mi vida. Gracias, hermano.


Seis años después de aquel viaje a París, aquí seguimos, intentando disfrutar la vida y ser lo mejor que podamos en lo que hacemos. Todavía me río recordando cuando tuve que empacar sus maletas para que no perdiéramos el tren, o cuando perdió sus papeles en el control de pasaportes y subió al tren literalmente 10 segundos antes de que cerraran las puertas. O la vez que le grité “¡Fuera!” en la meta de la carrera más grande de mi vida porque pensé que me descalificarían si entraba conmigo al circuito. Hasta hoy me lo recuerda, ¡mucho!.


Hemos construido incontables recuerdos desde aquel 5to de primaria, y hemos crecido tratando de vivir la mejor vida posible. Cada uno con su propio camino, pero siempre conscientes de que una amistad así, es rara hoy en día, y por eso la valoro como oro —más que oro.


Gracias, amigo, por estar ahí en cada etapa de mi vida, por escuchar, por simplemente quedarte en silencio cuando yo estaba roto y dejarme sanar. Solo espero haber estado ahí para ti de la misma manera.


Aunque sea en lo más mínimo, si he podido devolverte una parte de todo lo que tú has hecho por mí, estaré eternamente agradecido por tener en mi vida a un amigo tan noble, honesto y maravilloso.


Un hermano elegido, para siempre.


Gracias por leer.

Comments


Post: Blog2 Post
bottom of page