Aguante
- The Useless Runner

- Sep 13
- 3 min read
Martilleo [sustantivo] ~ /mar.tiˈʎe.o/
“El esfuerzo continuo, pesado y agresivo de avanzar a través de la tensión o la dificultad — hasta que no quede nada más por dar.”
Hay un punto justo antes de despertar en la mañana, donde el silencio termina. Ese breve momento antes de abrir los ojos — cuando sientes el peso de un nuevo día presionando sobre ti, y el silencio se ha ido.
Y ahí estás. Listo para sobrevivir otro glorioso día.
Cuando me acuesto por la noche y pienso en el día que acaba de pasar, no pienso en sus altos y bajos, ni en lo que pasó en el trabajo. Solo pienso en el silencio que está por llegar. Ese breve momento de calma antes de entregarme y descansar. Puede que piense en cómo fueron las cosas, o quizás en lo que necesito hacer mañana, pero rara vez por mucho tiempo. Lo único que quiero es que llegue ese silencio, que me abrace, que me libere.
Pero a veces — en realidad, la mayoría de las veces — el silencio nunca llega.
Cuando ese interruptor se activa y no puedes encontrar ese momento de reflexión tranquila, te pesa. Porque no importa lo cansado que estés, o cuánto quieras soltarlo todo, no puedes. Las distracciones mantienen tu cabeza girando como una montaña rusa sin frenos, y lo único que deseas es despejar tu mente y dejar de preocuparte por todo lo que pueda estar yendo mal en tu vida.
Es en estos momentos donde la dureza y la resiliencia son necesarias. Porque no importa lo que esté pasando, no importa lo mal que se ponga, no puedes detener el reloj. No puedes simplemente poner pausa y esperar que no pase nada. El tiempo es cruel, porque no se preocupa por ti ni por mí; simplemente sigue.
Al mirar atrás a lo que he logrado en la vida y en el deporte, me siento orgulloso. Pero en algún punto deja de ser una carrera y se convierte en parte de lo que soy — sin importar las metas difíciles que haya perseguido, o las carreras para las que me haya preparado. Ya no importan. Tengo que trascenderlas.
El deporte encontró una manera de ayudarme en esos momentos. La libertad de movimiento, la experiencia de estar conmigo mismo en ese espacio de tiempo donde nada más en el mundo importa — eso alimenta mi alma. Al mirar fotos de recuerdos en la pared, sigo dandolo todo como si nada más importara, simplemente mirándolas y recordando por qué estoy aquí, por qué necesito estar aquí, y lo más importante, por qué no puedo parar. No importa qué.
Sigo persiguiendo esa supervivencia — ese día a día, ese interminable desgaste, ya sea en el deporte, el trabajo, la familia o la vida misma. No soy de ninguna manera perfecto; mi esposa puede asegurarlo. Pero no quiero serlo. Nunca lo seré. Porque la perfección significa que no queda nada por aprender. Y nadie ha vivido jamás sin algo más que aprender.
Los días van y vienen, y sigo esperando ese silencio — ese silencio que nunca llega. Y espero que algún día lo haga. Porque no importa lo resiliente que seas, o cuánto sigas empujando y desgastándote sin medida, siempre hay un punto en el que algo tiene que ceder. Y cuando llegue ese punto, más te vale estar listo.
No pararé hasta encontrarlo. No importa lo que tenga que hacer, no importa hasta dónde tenga que llegar, perseguiré esa meta.
No porque valga la pena. No porque sea bonito. Sino porque lo necesito.
Gracias por leer.






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